7 Persiste la pobreza, y el bienestar es más elusivo

 

El Modelo Económico Social Comunitario Productivo en debate (7)

Persiste la pobreza, y el bienestar es más elusivo

Si una marraqueta diaria te saca de la pobreza, realmente eres pobre

El informe de la FAO (2018) destaca que “el ranking del hambre en América Latina, lo lidera Bolivia con el 19,8% de población subalimentada; siguen Nicaragua (16,2%) y Guatemala (15,8%).” Esta afirmación contradice de manera tajante las estadísticas que mostrarían una significativa reducción de la pobreza moderada y extrema en Bolivia.

El método con el que el INE mide la pobreza –el ingreso de “la línea de pobreza”, no refleja la realidad que implica la pobreza en sus múltiples expresiones. Incluso si una mejora en ingresos habría permitido superar “las líneas del hambre” a ciertos grupos, persiste la realidad de los otros factores relevantes, como el empleo, la distribución del ingreso, o las propias bases del crecimiento económico boliviano que analizamos en las entregas precedentes. Si, además, los rankings regionales o globales, como los del hambre de la FAO, muestran el deterioro relativo de nuestra realidad respecto a determinados indicadores, queda en evidencia que, superar la línea de pobreza, no es sinónimo de “salir de la pobreza.”

Los organismos multilaterales plantean ahora que la pobreza es multidimensional. Bajo este concepto, en 2019 el CEDLA analizó la pobreza en Bolivia considerando nueve “dimensiones”. En principio, todas las dimensiones son igualmente relevantes, pero un simple ejercicio para identificar las relaciones de causa y efecto, muestra que existen vínculos de causalidad que determinan “jerarquías” entre las dimensiones consideradas; de acuerdo a estos vínculos, la causa-raíz de la pobreza en Bolivia es la falta de acceso al empleo, condición a partir de la cual, las restantes ocho dimensiones pueden generar varias realidades particulares de pobreza.

Contra este modelo conceptual como telón de fondo, ¿qué significan y cuál la relevancia de los datos oficiales sobre reducción de la pobreza entre 2007 y 2012?

Según los datos del INE, en ese período se verifica la más pronunciada reducción de la pobreza moderada y extrema: la pobreza moderada habría caído de 63% de la población en 2005 a 45% en 2011, la pobreza extrema del 54% al 37%, y el índice de Gini de 0.61% en 2005 a 0.47%. Es decir, en menos de diez años, Bolivia habría reducido la pobreza y la desigualdad en un tercio, metas que eran totalmente elusivas a todos los modelos, políticas y estrategias de desarrollo en los últimos 60 años.

Pero la reducción de la pobreza en Bolivia no es un caso excepcional: más allá de la abrupta caída alrededor de 2007, toda América del Sur muestra tendencias similares, con el Uruguay, Perú y Paraguay como casos también destacados.

¿Cuáles podrían ser las causas de la reducción de la pobreza en Bolivia? Si una economía es saludable cuando ofrece, a todos, calidad en el empleo, dignidad en los ingresos, confianza en una vejez segura y la tranquilidad de legar a los hijos un eco ambiente sostenible, indicadores macro como el nivel de reservas internacionales, la estabilidad macroeconómica o la tasa de crecimiento de la economía, pueden ser indicadores técnicos que no necesariamente reflejan la realidad de la gente de a pie. Específicamente, en las entregas anteriores mostramos que ninguno de estos indicadores macro está directamente asociado con reducción de la pobreza.

Desde esta perspectiva, la reducción estructural y sostenida de la pobreza y la desigualdad, se debería reflejar la mejor distribución del ingreso (la remuneración al trabajo en las cuentas del ingreso); en mayor aporte al PIB de las actividades que generan empleo más productivo (valor agregado); y, en general, en la diversificación articulada del aparato productivo, que resulta de mejorar la productividad laboral, la calidad del empleo, y los ingresos de las familias.

Los datos sobre nuestra economía no son compatibles con estas expectativas. En economías con más éxito en la lucha contra la pobreza y la desigualdad, la participación efectiva de las remuneraciones en el ingreso puede superar el 50% del PIB. En Bolivia, la remuneración a los asalariados en 2000, era el 36,1% del PIB y cae al 25,7% en 2012: es decir, la “tajada” de las remuneraciones, lejos de aumentar, se redujo en 10pp. Para explicar esta contradicción, se podría argumentar que en Bolivia el empleo asalariado es minoritario y decreciente frente al autoempleo, por lo que la mejora del ingreso se daría en los sectores de cuenta-propistas.

Si este fuera el caso, habría un aumento relativo en aportes al PIB (y al empleo agregado) de sectores con igual o mayor productividad que los sectores asalariados. Entre 2010 y 2012 el PIB creció en promedio 1,05% más que entre 2003 y 2005 (4,82% frente a 3,77%); sin embargo, la diferencia se explica por el crecimiento del agregado sectorial FAPI (servicios financieros, administración pública, e Impuestos) que lejos de no generar ni valor agregado ni empleo los inhiben, y aportes menores de la construcción y el comercio (empleo de baja productividad); por el contrario, cae la incidencia de sectores clave para el empleo y la distribución, como son la agricultura, los servicios y la manufactura.

El acelerado crecimiento del sector financiero desde 2006 –creció más de tres veces respecto al crecimiento del PIB entre 2006 y 2019, es una señal negativa que merece una consideración puntual. Según los reportes de la OIT sobre salarios (2012/13) y el Mundo del Trabajo (2012), la “financiarización” de la economía es la principal causa del aumento generalizado (mundial) de la desigualdad. En consecuencia, las incidencias sectoriales al PIB tampoco son consistentes con una reducción estructural de la pobreza y la desigualdad.

Finalmente, aunque en la siguiente entrega analizamos con mayor detalle la distribución del ingreso –uno de los “pilares” del MESCP, corresponde mencionar que el Bono Juancito Pinto (BJP, que consiste en un pago anual de Bs 200 a cada estudiante de nivel primario en el sistema público), podría ser una posible explicación de la reducción de la pobreza entre 2006 y 2012: el 74% de la reducción en pobreza moderada y el 68% de la extrema corresponde a menores de 25 años; puntualmente, el 51% y el 47% de los que salieron de la pobreza moderada y extrema, respectivamente, tienen escolaridad primaria.

Si este fuera el caso, expondría la crudeza del drama de la pobreza: el BJP representa el ingreso de 0,55 Bs al día por cada niño que, a precios actuales, equivale a una marraqueta diaria. ¿Se puede realmente aceptar que, tener un pan adicional al día, significa salir de la pobreza?

Nuestro bienestar respecto al del vecindario

Sin duda, una mirada realista a la magnitud de la pobreza en Bolivia, debe incluir dimensiones económica y socialmente relevantes a la realidad boliviana, pero son también muy ilustrativos los indicadores sobre las distancias en calidad de vida que nos impone globalmente la pobreza frente a los países vecinos.

Recurriendo a datos de CEPAL, hacia el 2011 –cuando se estabilizó el ritmo de reducción de la pobreza iniciado en 2008, el gasto promedio en consumo de los hogares en América del Sur (sin contar a la Argentina, Brasil y Venezuela) fue de 9.365 dólares americanos (ajustados por paridad de poder de compra); en el extremo superior estaban los hogares chilenos con $14.725 y, al otro, los hogares bolivianos con $3.524 (la cuarta parte de los chilenos).

Comparando el gasto efectivo por persona en Bolivia respecto al promedio de las otras seis economías, los hogares bolivianos consumen la mitad en términos de alimentos y bebidas; vivienda y servicios; y transporte y combustibles. La tercera parte en salud; la cuarta parte en educación; la quinta parte ropa y calzados; la octava parte en bienes y servicios varios; y la diez y seisava parte (¡!) en recreación y cultura.

En general, agrupando los gastos en los que corresponden a los gastos de vida básicos, por una parte, y aquellos asociados a gastos en bienestar (fundamentalmente salud, educación, ropa y calzado, y recreación y cultura), la relación en Bolivia es de 73% en básicos y 27% en bienestar, mientras que, en el promedio de América del Sur, son prácticamente iguales, con 53% y 47% respectivamente (en Chile, el gasto en bienestar supera al gasto básico). Las consecuencias de largo plazo de estas asimetrías en las estructuras del gasto son evidentes: los vecinos tienen mejores perspectivas de contar a futuro con personas emocionalmente más equilibradas, más saludables, mejor preparadas intelectualmente, y más comprometidas con los propósitos y los objetivos del desarrollo compartido.

El crecimiento empobrecedor

Está claro que las cifras sobre la reducción de la pobreza en Bolivia, se refieren a la suficiencia o no del ingreso de las personas para acceder al consumo de una determinada cantidad de calorías, pero deja fuera de la valoración a otras dimensiones en las que puede manifestarse la pobreza. El indicador es poco o nada relevante desde la perspectiva del desarrollo porque, si el BJP (Bs 200 anuales) es efectivamente una de las causas para la reducción de la pobreza (por ingresos), sería fácil –y relativamente barato, cumplir la meta establecida por los ODS que busca reducir la pobreza extrema a 5% de la población.

Con los reportes más recientes del Ministerio de Economía, la pobreza extrema afecta al 11%; de la población total (1,3 millones de personas); si la meta es 5% de pobres extremos (600 mil personas), habría que elevar el ingreso personal de 700,000 pobres por encima de la línea de pobreza extrema, para lo que bastarían unos 30 millones de dólares anuales. Y 30 millones de dólares es el 1% de las exportaciones de oro, que bien podría orientarse a este loable fin antes que a pagar ostentosas celebraciones.

Pero está claro que resolver los problemas de pobreza y del bienestar, no van por ese camino. La pobreza en Bolivia es una consecuencia necesaria del extractivismo rentista que aún sigue siendo el “modelo preferido” de los políticos: es esencialmente intensivo en capital (no genera empleo), concentra las rentas en segmentos privilegiados vinculados al poder de turno; y les confiere a los políticos el control discrecional de la chequera, poderosa herramienta para des-institucionalizar el Estado en beneficio de intereses personales o corporativos.

Es este patrón de crecimiento empobrecedor que debemos desmontar como la condición necesaria básica para reducir la pobreza y construir el bienestar de las personas y sus hogares.

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