1 ¿Cuán real es “el milagro de la economía boliviana”?
Publicado en Página Siete, marzo 12, 2023
El Modelo Económico Social Comunitario Productivo (MESCP) en debate (Parte 1)
¿Cuán real
es “el milagro de la economía boliviana”?
A partir de la caída de las
reservas internacionales y sus efectos sobre el tipo de cambio, se ha
desencadenado un amplio debate político que, directa o indirectamente,
involucra al modelo. Para unos, el MESCP atraviesa dificultades momentáneas debidas
a la crisis global; para otros, la estabilidad macroeconómica –considerada una
de las mayores virtudes del modelo, está en riesgo por los persistentes
déficits fiscales en los que la importación de hidrocarburos tiene creciente
incidencia; un tercer grupo afirma que el modelo fue exitoso hasta 2015 y que,
desde entonces, muestra crecientes signos de agotamiento en varios frentes; por
último, hay quienes consideran que el MESCP nunca fue un modelo de desarrollo,
sino un conjunto de promesas e ideas inconexas que hoy enfrenta sus
contradicciones.
Los debates sobre estas
posiciones –si los hubiera, se desarrollan a nivel político y académico sin
participación real de la ciudadanía: si hay que cambiar el modelo, ¿en qué
dirección y con qué prioridades debería ser el cambio? Pero, especialmente,
¿cómo afectaría a la “economía de la gente” que el modelo se mantenga o se lo
cambie? Estas son preguntas directamente vinculadas al bienestar de las
personas y de sus familias pero que, tradicionalmente, siempre han estado
relegadas a intereses políticos que incluso doblegan al razonamiento académico.
La realidad objetiva, es que al
menos desde hace 75 años, Bolivia ha oscilado pendularmente entre democracias y
autocracias, en lo político, y, en lo económico, desde un capitalismo de estado
secante al neoliberalismo friedmaniano, a intentos de economía social de
mercado o al socialismo del Siglo XXI; habiendo vivido todas esas experiencias,
lo concreto es que estamos entre las tres o cuatro sociedades más pobres de
América Latina. La causa no puede ser ni la falta de recursos –tenemos un
privilegiado acervo de recursos naturales, ni la incapacidad de nuestra gente, que
normalmente triunfa y se destaca cuando sale de Bolivia. En consecuencia, es
altamente probable de nuestro atraso se deba, en general, a las malas políticas
aplicadas por la incompetencia de los gobernantes ante la ausencia de una
visión social compartida sobre el desarrollo.
La serie de notas que iniciamos
con la presente, aspira a incorporar a “la gente de a pie” a la reflexión sobre
estos temas. Para ello, partiremos esbozando un diagnóstico coherente de la
realidad vigente en diez ámbitos asociados a la “calidad social” de la economía;
con base en datos oficiales y de las tendencias que estos datos muestran desde
1990, estableceremos los efectos concretos que el MESCP –como modelo
alternativo al neoliberal, puede haber tenido sobre el bienestar de las
familias bolivianas.
El diagnóstico será la base para
perfilar los lineamientos de una propuesta estructural centrada en una economía
“de y para la gente”; la serie concluirá enumerando, nominativamente, los
principales hitos de una ruta crítica que permita transitar hacia esa economía.
Esperamos que las evidencias
contribuyan a que las personas de a pie ¡cuán deseable sería que también los
políticos!, tomen conciencia sobre la importancia de un diagnóstico realista
como la base para participar activamente en la identificación de las
prioridades y en la elección de las opciones de política más congruentes con
los objetivos: las decisiones sobre políticas de desarrollo son demasiado
importantes para dejarlas solo a los políticos.
Diez temas que muestran la “calidad social” de la economía
En relación a la economía, la atención de la academia
y del “discurso–contradiscurso” entre los políticos, gira alrededor de
indicadores macro como la tasa de crecimiento, déficit fiscal, reservas internacionales,
tipo de cambio, inflación, etc., bajo los supuestos derivados de las teorías
económicas dominantes. Estas teorías asumen que existen relaciones directas entre,
por ejemplo, el crecimiento económico y el bienestar de las personas; que el
equilibrio fiscal es determinante para la estabilidad macroeconómica; que una baja
inflación garantiza el poder adquisitivo del salario; que la financiarización es
la condición necesaria para que germine el emprendedurismo; etc.
La realidad es que, en los últimos setenta años, por
la fijación de los sucesivos gobiernos en estos temas, han descuidado valorar
los efectos sociales de las
políticas económicas –comunes en esencia a pesar de ser aplicadas bajo
argumentos discursivos opuestos ideológicamente. El efecto concreto, es que
Bolivia pasó de estar en el promedio de América Latina en indicadores como el
ingreso por persona, o en la incidencia del hambre y de la subnutrición en
1950, a los últimos lugares en la actualidad.
Para valorar la “calidad social de la economía”, revisaremos
diez temas sobre los que no se debate –pero que se debería, con el fin de
construir una “economía de y para la gente”:
1. Si el “milagro boliviano” es
tal, ¿por qué nos mantenemos a la cola de América Latina?
2. Estructuralmente, los asalariados
en la economía formal han sido los más negativamente afectados en la distribución
de los ingresos
3. La economía creció por el
sector externo (mayores importaciones y exportaciones), más que por el consumo
de la producción nacional,
4. Sectorialmente, los sectores
que más crecieron son los que menos deberían crecer
5. El crecimiento es desigual y
episódico, tanto territorial como sectorialmente
6. Bolivia es el líder mundial
de informalidad laboral y precariedad del empleo
7. El estado “quita más recursos” a las personas de los que distribuye en
bonos
8. La gran reducción de la pobreza moderada y extrema es “de escritorio”,
porque castiga la educación, la formalidad y el valor agregado
9. El manejo fiscal-impositivo
es un fuerte incentivo a la informalidad, y la causa más directa de la
reducción del consumo productivo interno y de su capacidad de crear empleo
digno
10.
La financiarización ha tenido muy poco impacto directo en la
diversificación productiva; benefició al sistema financiero, pero con el
aumento del endeudamiento y la reducción del ahorro de los hogares.
¿El “milagro boliviano” es real?
Para aproximarnos a una respuesta, necesitamos establecer primero cuál es
el tamaño relativo de nuestra economía en relación, cuando menos, a nuestros
vecinos más cercanos. El PIB mide el valor monetario del total de
los bienes y servicios finales (los que llegan al consumidor final) producidos
por un país en un año. Por ejemplo, el PIB boliviano es de unos 40 mil millones
de dólares, mientras que el de Brasil es de 2 millones de millones de dólares
(50 veces mayor). En América del Sur, cinco
economías tienen PIB que supera los 250 mil millones: Brasil, Argentina,
Colombia y Chile; Venezuela estaba en este grupo hasta su colapso a partir de
2014-15.
Para apreciar mejor el comportamiento relativo de nuestra economía, nos
comparamos con las economías vecinas cuyo PIB es menos de 5 veces superior al
nuestro: Ecuador, Perú, Paraguay y Uruguay. Si tomamos como referencia el año
2005-06, el tamaño de nuestra economía permitió igualar a la paraguaya; la del Ecuador
aumentó hasta 2014, nivel que mantiene hasta ahora; Perú, entre 2005 y 2015,
aumentó claramente el tamaño de su economía con una desaceleración relativa
después; finalmente, la economía uruguaya, que en el 2000 tenía el tamaño que
hoy tiene la boliviana, ha superado los 200 mil millones de dólares.
Si el valor del PIB se divide entre la cantidad de ciudadanos que existen
en el país, se obtiene el PIB por habitante (PIB per cápita, PIBpc). Este
indicador es una aproximación gruesa al efecto que tiene, en las personas, el
aumento del tamaño de la economía.
En 1945 el PIB por habitante de Bolivia era prácticamente igual al
promedio de América Latina; hacia el año 2005, había caído a menos del 25% del
promedio latinoamericano. Desde 2006, se evidencia un aumento generalizado del
PIBpc en la región hasta 2014; el de Bolivia –junto a Paraguay y Uruguay, se
multiplicó por 3,5 veces, mientras que el de América Latina en conjunto solo se
duplicó por la fuerte caída del PIBpc en las grandes economías regionales (la
tendencia del PIBpc de América Latina, Brasil y Argentina se muestran en la
figura en líneas punteadas).
En consecuencia, si bien el PIBpc de Bolivia en 2020 ha mantenido las
brechas con Paraguay y Uruguay que tenía en 2006, desde 2016 redujo la brecha
con el PIBpc promedio de América Latina, pero no tanto por mérito propio, como
por desgracias ajenas.
La calidad social del crecimiento
Esta última observación nos lleva a considerar los aspectos cualitativos
que se esconden detrás de los números fríos. Como veremos en posteriores notas,
más importante que la magnitud del crecimiento de las economías, es su calidad
en términos de las contribuciones de ese crecimiento al bienestar de las
personas, ahora, y sobre todo para las generaciones futuras.
Un primer dato muy significativo, es la contribución relativa de las
actividades extractivas al crecimiento de la economía: en la economía boliviana,
desde 2006, la explotación de minas y canteras es el mayor aporte relativo en
toda Latinoamérica; es el doble que en Perú o Panamá, dos y media veces más que
en Nicaragua y 10 veces o más que en el resto de las economías regionales.
Puntualmente, aunque podemos comparar nuestra economía con las del
Paraguay o del Uruguay en términos numéricos, la calidad social del desempeño
económico de estos vecinos es muy superior a la de nuestra economía: la
contribución del extractivismo a esas economías es absolutamente nula, mientras
que, en Bolivia, la explotación de minas y canteras significa un impresionante pasivo
ambiental –y patrimonial: el crecimiento desde 2006, ha quitado a nuestros
hijos y nietos por lo menos 14 TCF de gas (trillones de pies cúbicos), varios
cientos de toneladas de oro, la quema de unos 15 millones de Has de bosque, y la
contaminación de aguas en ríos y acuíferos en el altiplano, los valles y el
trópico.
En síntesis, si la mirada está puesta en el futuro de nuestros hijos y
nietos, el desempeño de nuestra economía desde 2006 no califica como milagro: equivale
a que una empresa monetice su patrimonio para aumentar su gasto corriente. No
es sostenible.
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