11 Las bases de un nuevo paradigma de desarrollo
Hacia una economía “de y para la gente”…
Las bases de un nuevo paradigma de
desarrollo
Después de mostrar los serios problemas que enfrentamos en 10 temas
vinculados a la calidad social del crecimiento en los últimos setenta años, plantear
un nuevo paradigma de desarrollo en un texto de 1.500 palabras es, sin duda, una
osadía. Presentamos, en un primer esquema, la síntesis del mecanismo que refleja
la situación actual y, en un segundo, las relaciones nuevas esperadas como
consecuencia del cambio de paradigma que resumimos en un concepto base: construir una economía en la que la
creatividad y el esfuerzo humanos sean la base de un crecimiento económico “eco
y socialmente sostenible”, y en el que los destinatarios directos y finales de los
beneficios del crecimiento sean las personas.
La serie cierra, en la siguiente entrega, con una síntesis de los
hitos principales (acciones) de la Ruta Crítica que deberíamos seguir para
construir el nuevo paradigma que, aspiramos, pueda orientar los debates entre
la sociedad y quienes pretendan gobernar desde 2025.
Los efectos estructurales del
persiste patrón de crecimiento
En los diez temas
abordados en esta serie, ha sido recurrente la vinculación al extractivismo
rentista como el marco conceptual que generó las “deficientes políticas” que configuraron
la realidad expuesta por los datos. Más específicamente, apunta a la persistencia del patrón extractivista de
crecimiento, como la causa-raíz de la pobreza y la desigualdad estructurales,
que se expresa en la precariedad del empleo y los ingresos, la baja
productividad global, la mala distribución del ingreso y los bajos salarios.
Aplicando
“la navaja de Ockham” al conjunto de evidencias
expuestas (“la mejor hipótesis es la que mejor explica la realidad con menos
elementos teóricos”), construimos un esquema (Figura 1) que, partiendo del patrón
extractivista, muestra relaciones de causalidad e identifica los circuitos de
auto-reforzamiento que reflejan la realidad y explican, estructuralmente, las
causas de la pobreza con desigualdad.
En
estas condiciones, el Estado es forzado (o lo busca, como medio de ejercer poder)
a adoptar mecanismos públicos de re-distribución a través de “bonos” y otros bienes
y servicios públicos. La realidad, sin embargo, es que estos mecanismos son insuficientes
para anular los efectos negativos de la falta de empleos productivos, dignamente
remunerados.
La
precariedad del empleo se acentúa por la desatención a los factores que
determinan la capacidad de crear puestos de empleo digno: mercados,
productividad, competitividad y una sólida cultura productiva con equidad. En
tanto no se modifique sistemáticamente el telón de fondo que determina las insuficientes
tasas y ritmos del crecimiento económico, las políticas sectoriales no tendrán
impacto real en el desarrollo y fortalecimiento de las capacidades necesarias
para revertir la pobreza y la exclusión social.
En
resumen, bajo el extractivismo, las políticas nacionales no tienen, en
realidad, control sobre los factores que definen el crecimiento del PIB, que estaría
determinado conceptualmente por una relación (matemática) cuyo mayor aporte es
el capital (K), pero los factores determinantes del nivel de crecimiento son
los precios (P) y las cantidades (Q) de recursos naturales que se pueden
colocar en los mercados internacionales: el PIB depende de (P, Q, K)mp
Hacia la economía post-neoliberal, de y para la gente
El pobre desempeño de la economía boliviana para
reducir la pobreza y la desigualdad, refleja la falta de coherencia entre fines
y objetivos de la sociedad y las políticas y medios adoptados para la gestión
pública. El diagnóstico sugiere que, primero, el énfasis y la centralidad de la
explotación de recursos naturales como el instrumento
fundamental para el crecimiento, es la principal causa del “crecimiento
empobrecedor”; segundo, la estabilidad macroeconómica es necesaria pero no
suficiente para el desarrollo: de hecho, el crecimiento económico no
es la meta del desarrollo; y,
tercero, la respuesta estructural a los desafíos de equidad, inclusión y
del crecimiento sostenido deben fundamentarse en el incremento real de la
productividad, del empleo digno (de calidad) y de la efectiva participación
social: es poner la Economía al servicio de la Gente.
¿Cuáles
deberían ser los rasgos distintivos de esa “economía para la gente” o, en
general, de una economía que supere los problemas e inequidades que se
atribuyen al neoliberalismo? En particular, ¿cuál
debe ser, en esencia, el cambio fundamental que distinga a la nueva economía,
de todos los modelos previos de desarrollo que resultaron en tan pobre
desempeño económico para la gente?
Para
responder a estas preguntas, es necesario despejar las “cegueras ideologizadas”
que han enturbiado los debates propositivos sobre el desarrollo. En particular,
dado el total centralismo discursivo del “neoliberalismo como adjetivo
descalificador”, reconocer que los fundamentos doctrinales del neoliberalismo
no son las políticas del “Consenso de Washington” (la CPE de 2009, incorpora hasta
nueve de las 10 propuestas de políticas del Consenso), ni las
posturas “anti” neoliberales asociadas a la intervención
del Estado en la economía y al control de los recursos naturales. Los
principios doctrinales del neoliberalismo son esencialmente dos:
La
distribución del ingreso: el neoliberalismo posiciona al
capital como el factor escaso (caro) y al trabajo como el abundante (barato) en
los procesos productivos, por lo que busca capturar, para los dueños del
capital, la mayor parte en la distribución primaria del ingreso; y,
La
determinación del empleo agregado: colocando al capital en “el asiento
del piloto” de la economía, y a la inversión como determinante de la oferta, el
neoliberalismo anula la idea del pleno empleo, justificando teórica
y políticamente el desempleo (y auto
empleo); refuerza la expansión del sector financiero y privilegia la
remuneración al capital sobre la de la producción.
Una economía “doctrinalmente
anti-neoliberal” que revierta esas prioridades, debería tener como conceptos
base: a) la fuente de la riqueza social es el trabajo humano; b) la
remuneración al trabajo es el mecanismo directo de distribución del ingreso
conforme se lo crea; c) el salario de los trabajadores depende de la decisión
empresarial (política) limitada por la productividad y está orientada –no
dictada– por el mercado; y, d) el nivel de empleo depende de la demanda
agregada: el nivel de actividad económica está determinado por la capacidad de
consumo y el ingreso disponible de los hogares.
Empleo Digno: base del desarrollo humano-productivo
El
patrón extractivo concibe el crecimiento como directamente dependiente de los
precios y de las cantidades de recursos naturales (materias primas) explotados,
y de las inversiones que se realizan para viabilizar esa explotación. Por el
contrario, la visión de una economía post-neoliberal “para la gente”
privilegia al esfuerzo humano como la fuente de la riqueza y concibe a la
persona como la beneficiaria principal del
crecimiento. Esta concepción, que promueve el desarrollo humano productivo, implica
cambiar conceptualmente las bases del crecimiento extractivo, por la convicción
que, el Producto Interno
Bruto, es el resultado de la cantidad de gente trabajando productivamente, y de
la productividad con que lo hace: PIB =
PL * PO
Si el PIB depende de la cantidad de
personas “empleadas productivamente”, toda política –pública o privada– que resulte en el aumento sostenible
de actividades económicas con mayor nivel y calidad de empleo productivo asalariado,
contribuirá necesariamente al crecimiento de la economía y a la equidad social, promoviendo
además condiciones de sostenibilidad y de viabilidad social al proceso: todas las políticas “sectoriales”
(fiscal, monetaria, laboral, etc.) son instrumentos para la “sintonía fina” de
las condiciones que permitan asegurar la creación de empleo satisfaciendo equilibrios sostenibles entre
oferta, demanda y medio ambiente, según las necesidades de la sociedad:
A partir del concepto del esfuerzo y el emprendimiento humanos como la base para crear la riqueza social, es necesario re-configurar el esquema de relaciones que caracterizan el patrón de crecimiento extractivo-rentista. El esquema siguiente propone que toda política que resulte en creación de empleo digno, necesariamente se traduce en crecimiento de la economía
Pero crear
oportunidades de Empleo Digno significa promover, desarrollar y fortalecer las
capacidades emprendedoras, estableciendo condiciones necesarias para: asegurar
acceso a mercados; mejorar permanentemente la productividad de las
organizaciones económicas; desarrollar la competitividad y la institucionalidad
que permitan mejorar la productividad; y, desarrollar y promover la cultura
productiva que premie el emprendimiento productivo, económicamente competitivo,
socialmente equitativo y ambientalmente comprometido.
En el
esquema, además del empleo digno y productivo, las autonomías tienen el otro
papel esencial como el medio para articular y concertar acciones y políticas, y
para establecer las estructuras político-administrativas adecuadas. El
desarrollo es, en esencia, un fenómeno local; configurar las condiciones para
crear empleo digno, depende en gran medida de la articulación y coherencia para
aplicar las políticas de desarrollo –productivo y humano− en todas las
entidades territoriales autónomas. En este sentido, el empleo digno, por su
parte, asegura la viabilidad social y la sostenibilidad económica-financiera de
las autonomías al generar la dinámica económica capaz de proveer los recursos
monetarios y financieros que necesita un proceso estable de crecimiento
económico orientado al “vivir bien”.
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